Las
olas del polvillo oscuro
Por: Socorro Ramírez
Columnista Opinión Periódico El Tiempo
¿Qué pasó, presidente Santos, con el compromiso que adquirió en junio del 2011 en Santa Marta?
Hay que repetir lo que han dicho
expertos, pescadores, pobladores y algunos funcionarios, hasta que las
autoridades reaccionen. Se multiplican y acumulan en Santa Marta oscuros
polvillos de carbón y corrupción, con graves consecuencias.
Fuera del puerto, en la bahía de
la ciudad cada empresa montó el suyo (Prodeco en Puerto Zúñiga, zona turística;
Drummond en Ciénaga, en el puerto de su mismo nombre, y Vale en puerto Río
Córdoba) y ha multiplicado así los daños que producen las cuatro descargas
diarias del mineral: cuando pasa del tren o la tractomula al patio que lo
almacena; del patio a la cinta transportadora; de la cinta a la barcaza, y de
la barcaza al barco.
Cada operación, por ser tan
rudimentaria, libera carboncillo, que el viento arrastra hacia el mar y hacia
la costa. Los remolcadores que mueven las barcazas producen turbulencias y las
barcazas que se hunden (muchas de ellas no reportadas) derraman toneladas de
carbón, que aplastan ecosistemas, corales y organismos del fondo marino. Los
daños a la pesca son incalculables.
En sus más de veinte años de
exportaciones, las carboneras no han evitado ni compensado los daños. Contratan
poco personal o suministros en la zona. Dejan regalías y programas sociales
irrisorios. No aplican la tecnología que se les exige en sus países de origen,
Estados Unidos y Suiza, cuyos gobiernos no presionan a sus empresas para que
apliquen la responsabilidad social y ambiental que pregonan.
Fue necesaria la presión
turística para que, en el 2007, mediante el Decreto 3083, se fijara el primero
de julio del 2010 como fecha en la que todos los puertos marítimos del país
debían hacer el cargue directo de carbón para evitar su vertimiento. Como no
cumplieron el plazo, la Ley 1450 del 2011, del Plan de Desarrollo, lo prorrogó
a enero del 2012, ¡y el límite ya va en el 2014!
La confrontación entre las dos
multinacionales por la construcción de puertos en Ciénaga ha presionado el
aplazamiento del cargue directo. Glencore (gestionado por Prodeco) ha iniciado
la construcción de Puerto Nuevo, mientras la Drummond reclama exclusividad por
haber controlado la concesión desde 1992. Cada una quiere su propio canal de
acceso, sin importar los catastróficos costos ambientales y sociales. Por estos
días, los alcatraces y peces muertos testimonian los efectos del dragado.
Los desastres se agravan con la
estela oscura que dejan a su paso centenares de tractomulas y vagones de tren
que transportan el carbón a los puertos. Cuando se vuelcan, derraman toneladas
del mineral sobre la vegetación, los pueblos, los acueductos, la ciénaga y las
estribaciones de la sierra.
Los cuatro recorridos diarios del
tren interfieren el acceso a sectores poblacionales y turísticos. Las mulas
dañan la infraestructura, aumentan el ruido, congestionan las vías, elevan la
accidentalidad. Los buques cargueros van regando su ripio de carbón por un mar
otrora transparente. La fila de navíos se alarga cada día lanzando una nata
oleosa y desperdicios sobre una playa oscurecida.
¿Qué pasó, presidente Santos, con
el compromiso que adquirió en junio del 2011 en Santa Marta, cuando, con su
ministro de Comercio, Industria y Turismo, prometió enfrentar dos graves
problemas allí acumulados por décadas, el del carbón y el otro igualmente
grave: la apropiación irregular de Pozos Colorados a punta de corrupción y
leguleyadas, con las que pretenden, incluso, derrumbar muros ajenos y quedarse
con bienes que no les pertenecen?
Ojalá el alcalde samario se
decida a construir el proyecto estratégico entonces anunciado por el Presidente
para esa valiosísima zona y defienda así los bienes públicos contra invasores
que pretenden legitimar la usurpación.
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