Reflexiones con Viento
Marero No. 2
Por: Luís Eduardo Barranco Gutiérrez
“Ciénaga,
destino viajero y potencia ecoturística de Colombia”, podría ser un
enunciado de tantos a de los que nos tienen acostumbrado quienes han llegado al
poder o se ha hecho elegir con la
promesa de cambiar la imagen de la ciudad. Es que la promoción ecoturística
demanda no solo la inversión de capitales con incentivos tributarios para
atraer la atención de quienes están a la caza de una oportunidad en el
establecimiento de empresas, y en ello es fundamental la actitud del gobernante
en la visión del proyecto de ciudad que tenga diseñado en su plan de desarrollo
para mejorar las condiciones de vida de la comunidad, con uso eficiente y
eficaz de los recursos existentes.
Pero la ejecución del plan operativo de inversiones y el
presupuesto, se elaboran bajo unos supuestos de favorecimientos nimios que
hacen ineficaz la apropiación de los recursos del tesoro público, se proclaman
obras rimbombantes que tan solo quedan en el enunciado o que no se culminan, se
actúa caprichosamente y con temeridad sin límites.
Una muestra de tanto oprobio y desconocimiento de lo público lo
constituye el asolamiento a que fue sometido el Camellón con descuido afectado
de sus playas en la que tan solo emergen las olas con sal de la mar descritas
por el poeta Gregorio Castañeda Aragón como “Pálidas
olas, náufragas olas, bajo la linterna lunar, os he visto salir de la noche,
gimiendo en plena tempestad” [2].
La obra inconclusa
del Mercado Público que aún clama su terminación después de casi nueve años de
olvido; un Operador de los servicios públicos domiciliarios de acueducto,
alcantarillado y aseo que esquilma la economía de los usuarios con la
prestación deficiente del servicio, que al parecer no tiene control, inspección
ni vigilancia de autoridad alguna; aguas de alcantarilla que circundan la
ciudad por doquier, presión del agua que apenas alcanza para almacenarla,
basuras que se muestran esparcidas en la ciudad como si se tratase de
“basureros satélites” autorizados y una la laguna de oxidación, que por
momentos, emana olores nauseabundos en horas nocturnas cual aroma enervante del
sueño del cienaguero, todo esto materializado en una concesión perversa
concebida con mezquinos fines mercantilistas y a las que se les giran
cuantiosos recursos del tesoro público por la “prestación de sus servicios”.
La rebatiña de
"raspe y gane" a la que sometieron el Canal Maracaibo; el
alcantarillado de nueve barrios del sur que no ha sido solución a la
problemática de vertimiento de las aguas sanitarias; puestos de salud que
carecen de dotación para la prestación de un buen servicio; la E.S.E. Hospital
San Cristóbal convertido en centro de lamentos debatiéndose en una crisis que
lo tienen a punto de ser intervenido por la Superintendencia de Salud con una
bolsa de empleo que se engulle los recursos que le giran; la sonatina de la
obra del Malecón Turístico "Andrés Paz Barros" en las playas de la
ciudad; el Prometeo de la Libertad prisionero en la plazoleta de los Mártires
por ventas estacionarias que lo circundan; la construcción del polideportivo en
el sur en un terreno cenagoso, que no cuenta con vías de acceso, infraestructura
de acueducto, alcantarillado y redes eléctricas, proyecto que costó
inicialmente $3.487 millones y solo en la adecuación del terreno se invirtieron
la mitad del valor contratado.
Y la propuesta de
un alcantarillado pluvial como un sueño encantado para enfrentar la arremetida
de la ola invernal, mostrando desconocimiento absoluto de las necesidades y
prioridades en la problemática de las escorrentías con la sola adecuación,
rehabilitación y mantenimiento de los desaguaderos que geográficamente y por
imposición de la naturaleza están dispuestos en calles identificadas de la
ciudad.
[2]
Gregorio Castañeda Aragón, Poeta del Mar.
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