miércoles, 1 de agosto de 2012



REFLEXIONES CON VIENTO MARERO No. 1


Por: Luís Eduardo Barranco Gutiérrez


 Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; más cuando domina el impío, el pueblo gime” (Proverbios 29.2)



Concebir a Ciénaga como la segunda ciudad del departamento no deja de ser una pretensión que está muy lejos de mostrarla con adelantos en lo urbano, en lo  económico y en lo social o, más bien, el proyecto de ciudad visionado en su Plan de Desarrollo con ejecutorias y realizaciones resguardas en los artilugios del gobernante. Realidad que históricamente ha precedido a los diferentes gobiernos que uno a uno, periodo tras periodo se han venido sucediendo desde la primera elección popular de alcaldes en 1998, con propuestas lisonjeras para granjearse la simpatía del elector.

Todo proceso de planificación debe estar articulado con políticas sectoriales diseñadas para tal fin, siendo este el reto que emprende un gobernante en la gestión pública territorial; proceso que debe caracterizarse, de acuerdo a lo establecido por los expertos,  por ser dinámico, integral, sistemático y participativo y ser orientador del desarrollo económico, social, cultural, ambiental político e institucional de la administración pública.

¿Cuáles han sido los desaciertos de nuestros gobernantes en materia de planificación local?

La ausencia de políticas integrales de planeación, como un proceso de continua búsqueda de eficiencia, ha sido proscrita de las administraciones locales que tan solo se han dedicado a la formal rutina de sus actuaciones, muy a pesar de estar establecida la hoja de ruta en los planes de ordenamiento territorial (POT) y en los planes de desarrollo (PDM) como un marco de acción de lo que se debería llevar a cabo en un periodo de gestión el gobernante: 

Cuando el gerente planea está estructurando el desarrollo de una acción para el futuro utilizando premisas analíticas y limitaciones, en forma coordinada y consciente a fin de conseguir unos objetivos o metas propuestas. […] La planeación, por ser un trabajo mental, es un subsistema intelectual que requiere una predisposición a meditar antes de actuar, basándose en la innovación y en la creatividad, pilares básicos para lograr una planeación dinámica, consciente del cambio, presionado por la influencia permanente del medio ambiente.[1]

Las potencialidades de ciudad muestran a Ciénaga en una posición privilegiada que ningún gobernante ha mirado con don de acierto, puesto que  han convertido su Plan de Desarrollo en el cumplimiento de un requisito legal, desdibujando con ello la buena gestión pública que deben desarrollar en su encargo.



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